jueves, 28 de agosto de 2014

ORIENTACIONES PARA PENSAR LA ENSEÑANZA


 CURSO "AUXILIAR DE MAESTRA JARDINERA"
modalidad Presencial y a Distancia

 ORIENTACIONES al docente PARA PENSAR LA ENSEÑANZA

Los diferentes formatos que adquieren las actividades en el jardín:
PROYECTOS    -  SECUENCIAS DIDÁCTICAS   -   UNIDADES DIDÁCTICAS

En tanto construcción histórica, la experiencia escolar está siempre abierta a novedades y cambios, entre los cuales se encuentran las demandas y los desafíos que presenta cada tiempo y contexto específicos. A veces los desafíos vienen de la mano de condiciones novedosas que denuncian su desacople con la propuesta escolar; otras veces, por el contrario, es la propia práctica institucional la que manifiesta su agotamiento y exige revisión. En ocasiones, las demandas sociales provienen de la comunidad cercana; como contrapartida, hay definiciones políticas que a veces conllevan una contradicción de prácticas y tradiciones comunitarias.
En definitiva, todo diseño curricular tiene la responsabilidad de leer y definir los desafíos de la hora en que se enuncia, aunque también interesa destacar que no todo es nuevo ni todo está pendiente, que es importante sostener ciertas líneas de continuidad.
Desde el Jardín Maternal, la institución escolar tiene la responsabilidad de crear para los niños oportunidades para aprender, pues enseñar es generar condiciones para que otro aprenda, tarea primordial de los docentes. El vínculo pedagógico escolar se inicia con la presencia de un adulto capaz de transmitir una experiencia cultural, interviniendo entre las posibilidades reales y potenciales del niño, reconociéndolo como sujeto activo y capaz de recibir un legado.
Se trata de un proceso cotidiano en las escuelas y, por lo tanto, las orientaciones didácticas que se presentan entrarán en diálogo con los criterios y las modalidades de trabajo presentes en la tarea cotidiana de las instituciones del nivel. Cada nuevo Diseño Curricular que se propone generalmente reemplazar al anterior, retoma algunos enfoques y modifica otros. Sin embargo, el currículum real de las escuelas no siempre sigue los ritmos y las orientaciones que habitan estos textos, sino que reúne sentidos múltiples, diversos y frecuentemente contradictorios. Hay prácticas y criterios cotidianos que constituyen un currículum inercial, donde generalmente perviven orientaciones y sentidos provenientes de otros tiempos, otras intencionalidades u otros intereses. A la hora de revisar para qué hacemos lo que hacemos, necesitamos interpelar esas creencias que informan nuestras prácticas y evaluar qué queremos modificar y con qué finalidad, con la intención de superar las propuestas cada año.

ORGANIZACIÓN DE LA ENSEÑANZA
Los contenidos del Diseño Curricular constituyen el objeto que da sentido a las prácticas de enseñanza y son los docentes los responsables de planificarlas y conducirlas. Las orientaciones didácticas que se presentan buscan enriquecer la autonomía de cada docente para tomar decisiones, para deliberar con colegas de su equipo y arribar a acuerdos institucionales, para experimentar innovaciones o resignificar sus prácticas usuales. Cada docente tiene en sus manos la posibilidad de seleccionar los contenidos de enseñanza, incluyendo las distintas áreas, que no necesariamente deben pensarse por separado a la hora de planificar la propuesta formativa.

El Jardín tiene la oportunidad de ampliar los repertorios de cada niño de un modo privilegiado. En este sentido, no se perderá de vista la necesidad de incluir lo conocido, la propia realidad territorial y cultural; es decir, aquello que es relevante para cada grupo. El docente asume un papel clave, ya que es quien debe conocer las costumbres de la comunidad en la que está la escuela, y ayudar a abrir la mirada hacia lo nuevo y desconocido y aportar los elementos que permitan a todos, de modo igualitario, compartir las producciones culturales.
Cabe señalar que el Jardín de Infantes tiene, en este sentido, una fuerte tradición porque desde sus comienzos trabajó con contenidos educativos (aunque hayan variado las denominaciones) que posibilitaron el trabajo pedagógico específico del nivel dentro de diferentes contextos sociales.
Al seleccionar contenidos, es necesario establecer claramente aquello que nos proponemos enseñar, es decir, en dónde estará puesta la intencionalidad de las intervenciones docentes. Estas intervenciones son indispensables para provocar interrogantes que propicien la construcción de nuevos conocimientos en relación con el conocimiento previo de los alumnos.
A la hora de la planificación, la organización de los contenidos puede adoptar formas variadas, cada una de las cuales tiene ventajas y desventajas. Analizar sus potencialidades específicas puede ayudarnos a ampliar las oportunidades educativas, sin rigidizar la mirada sobre los formatos. Por el contrario, al caracterizar algunas modalidades de organización de la enseñanza, interesa abrir alternativas y ofrecer oportunidades para la decisión de cada docente y cada institución. En particular, entre los formatos posibles reseñamos tres de los más usuales: las unidades didácticas, los proyectos y las secuencias didácticas.
  • Unidades didácticas
La unidad didáctica es una forma de organización de la tarea que tiene como finalidad que los niños conozcan un recorte significativo del ambiente.
Esta organización didáctica posibilita que una parte del ambiente se convierta en objeto de indagación, en la cual hay elementos naturales y culturales en interjuego dinámico (personas, necesidades, vínculos, materiales, objetos y recursos materiales, roles, trabajos, historias, formas de organización, pautas culturales, etc.).
El recorte del ambiente que se realiza, permite planificar un itinerario de diversas actividades para que en ellas los niños avancen en sus conocimientos, aprendan más sobre ese contexto que el docente seleccionó.
En esta línea se convierten en recortes didácticos por ejemplo el correo, el jardín de infantes, la granja, el kiosco de diarios y revistas, el periódico local, un museo, la sala de primeros auxilios, la sociedad de fomento, la biblioteca, la plaza, los juegos y juguetes, la lancha almacén en las zonas del delta, la estación de trenes, la Terminal de ómnibus, la fábrica de pastas, el taller de cerámica, la banda de música municipal, la librería, el complejo deportivo de la localidad, una cooperativa productora de dulces, la feria de artesanos, etc. No se trata de temas, sino que se selecciona un kiosco, una feria, una plaza determinados y específicos.
En la decisión acerca de qué contextos seleccionar intervienen una serie de aspectos relacionados con las características del grupo, sus conocimientos previos, su trayectoria escolar, las características de la comunidad con la que se trabaja, las posibilidades institucionales.
La Unidad didáctica se construye a partir de preguntas que orientarán los procesos de indagación.
El docente se plantea interrogantes que lo remitirán, en primera instancia, a la selección de los contenidos, los que a su vez guiarán el itinerario trazado. A lo largo del recorrido, los alumnos se irán apropiando de esas primeras preguntas problematizadoras y las vincularán con otras nuevas, en un ciclo de aproximaciones sucesivas para evitar estancarse en un simple enunciado o en una taxonomía de situaciones, sujetos y objetos. Por el contrario, es necesario que las intervenciones del docente inviten a establecer relaciones que den cuenta de la complejidad del mundo.
Para trabajar esos interrogantes, el docente selecciona únicamente aquellos contenidos que permitirán responderlos, ya que, en la unidad didáctica los contenidos asumen su función de “instrumentos” para el análisis de ese recorte. Por lo tanto no es necesario, ni posible, que se incluyan contenidos de todas las áreas, lo que implicaría realizar incorporaciones forzadas. La unidad didáctica no es una excusa para trabajar contenidos, ni es una ejemplificación para presentar los contenidos en situaciones que terminan siendo artificiales. Al emplear arbitrariamente los elementos del contexto para el desarrollo de los contenidos, se convierte al ambiente en un mero recurso para el anclaje de nuevos conocimientos.
Las unidades didácticas trabajan con el contexto, lo que implica considerar el ambiente como objeto de conocimiento. Esto no quiere decir que haya que fabricar una realidad infantil para que sea conocida por los niños, sino que el recorte contextual seleccionado sólo tiene sentido si se aborda desde situaciones concretas. El contexto social y cultural tiene sus particularidades en cada barrio, zona o región de la provincia y brinda oportunidades a los niños en su vida cotidiana, pero es responsabilidad de la escuela ampliar y enriquecer esas experiencias. Los niños en su interacción con la realidad, buscan respuestas que les permitan comprender el mundo que los rodea. Su práctica social cotidiana, las informaciones que reciben, van conformando una serie de conocimientos que se confrontarán, enriquecerán y profundizarán en la escuela.
Lo cercano y conocido para el pensamiento de los niños no necesariamente implica la cercanía espacial o temporal, pues los medios de comunicación ponen a los niños en contacto con informaciones y representaciones que trascienden la experiencia vivida en su entorno físico.
En la definición de una unidad didáctica, es conveniente tener en cuenta:
• Qué conocimientos tiene el docente sobre el recorte escogido y qué posibilidades tiene de ampliarlo para la enseñanza.
• Qué conocen los niños sobre el contexto, que será nuestro punto de partida.
• Qué conocimientos y experiencias sociales los niños no poseen, y no hay otras agencias socializadoras que puedan ofrecérselos salvo la escuela.
• Qué conocimientos se espera que los niños de la sección se apropien, como manifestación de la intencionalidad docente y en carácter igualitario.
• Que no todas las propuestas de actividades que se realizan en el tiempo que dura una unidad didáctica deben responder a la misma; habrá juegos y actividades que aborden contenidos de las
otras áreas no incluidos en la planificación de esa unidad didáctica.

Un ejemplo de U.D.
http://burbujitaas.blogspot.com.ar/2011/03/unidad-didactica-la-biblioteca.html
  • Proyectos
Los proyectos permiten trabajar con determinados contenidos que es preciso que los niños construyan en el marco de determinados contextos que les dan significación, o cuando lo que importa es realizar un determinado producto.
Es decir que los proyectos se pueden iniciar para trabajar ciertos contenidos contextualizados en el marco de una producción determinada (por ejemplo realizar con los alumnos una obra de títeres para trabajar contenidos relacionados con el teatro, la literatura y la plástica) o a la inversa realizar un proyecto porque interesa el producto (por ejemplo organizar con el grupo de niños juegos para festejar en conjunto, el día de la familia).
Los proyectos son un modo de organizar el proceso de enseñanza abordando el estudio de una situación problemática para los alumnos, que favorece la construcción de respuestas a los interrogantes formulados por éstos.
En los proyectos los alumnos y docentes se encuentran comprometidos en torno a un propósito y un producto final, por lo tanto para concretarlo será preciso compartir con los niños el producto final que se espera alcanzar. Esto supone realizar una planificación conjunta de las diferentes etapas de su elaboración a fin de concretarlo.
También será importante tener en cuenta que para concretar la elaboración del producto se deberá realizar una indagación tendiente al cumplimiento del objetivo del proyecto, de manera que para enfrentar la producción se requiere ampliar o profundizar los conocimientos que los chicos ya poseen.
Por otro lado se debe considerar que las actividades propuestas deben guardar coherencia con el producto a alcanzar. Es decir que las acciones que se proponen a través del tiempo guardan entre sí relaciones necesarias y cobran sentido en razón de aquello que se desea producir. Cada situación planteada es necesaria para que se pueda alcanzar el objetivo previsto. La consideración de este aspecto ayuda en el momento de decidir qué actividades se van a incluir y cuáles quedarán descartadas ya que ampliarían en demasía la indagación y la desviarían de su propósito. El proyecto realizado sintetizará el aprendizaje que el grupo de niños ha logrado.
En función de ser partícipes activos, los niños deben entender desde el inicio del proyecto por qué y para qué se aborda, qué van a investigar y a qué producto se espera arribar, lo que no impide que haya modificaciones a lo largo del proceso. Los proyectos no han de sostenerse sólo desde el interés de los alumnos, sino que intereses y necesidades se conjugan directamente con las intenciones de enseñanza y transmisión del docente.
Para elaborar un proyecto, es útil considerar los siguientes criterios:
• Que sea significativo para el grupo de niños y que parta de un verdadero problema particular o general que requiere un trabajo de elaboración.
• Que, para arribar a un producto final, es necesaria una indagación que amplíe los conocimientos iniciales.
• Que tanto los procesos de indagación como los de elaboración representen desafíos posibles de enfrentar por el grupo de niños.
• Que los contenidos seleccionados se organicen favoreciendo la construcción de estrategias para abordar y tratar la información a obtener. A su vez, que se relacionen entre sí en torno a problemas o hipótesis que promuevan la construcción de conocimientos.
En la medida de lo posible es conveniente avanzar hacia una planificación conjunta de las diferentes etapas del proyecto, que incluya la voz de los niños y de los docentes involucrados. De este modo, aprenderán también a abordar proyectos e interactuar con otros para satisfacer intereses e inquietudes comunes.
La duración de cada proyecto es variable. En cualquier caso, se dividirá en tantas etapas como sea necesario y se le dedicará una parte del tiempo cotidiano de trabajo escolar, sin necesidad de que todo sea absorbido por el proyecto (para evitar el hastío y pérdida de entusiasmo).

Tanto la unidad didáctica como el proyecto brindan buenas oportunidades de incluir saberes y experiencias de los grupos familiares, de otros docentes de la institución y miembros de la comunidad que pueden participar en el desarrollo de los mismos, de modo presencial o a distancia, según sus posibilidades.

  • Secuencias didácticas
No necesariamente todo aquello que se planifica tiene que estar referido a la unidad didáctica o proyecto, los espacios curriculares también pueden abordarse sin tener que ver con el recorte contextual realizado.
Definimos una secuencia didáctica como una serie articulada de actividades que se organizan para trabajar determinados contenidos. Éstos se desarrollan mediante conjuntos de situaciones didácticas estructuradas y vinculadas entre sí por su coherencia interna y sentido propio, que se irán realizando en tiempos sucesivos. Estas actividades se planifican siguiendo un orden temporal a fin de que cada una de ellas permita a los alumnos ir apropiándose progresivamente de los conocimientos.
La mayoría de las actividades planteadas de manera aislada y sin conexión entre sí son superficiales y no posibilitan que los alumnos construyan nuevos conocimientos, puesto que este proceso requiere tiempo y multiplicidad de acciones, algunas de ellas realizadas en forma reiterada para estructurarse.
Porque aprender entraña un costoso, complejo y arduo trabajo de reconceptualizaciones sucesivas es que una situación momentánea y aislada realizada por el grupo de niños, no necesariamente genera aprendizaje.
Para planificar una secuencia didáctica es preciso determinar con claridad qué contenidos se decide abordar a fin de que las actividades guarden coherencia con aquello que se quiere enseñar y se vinculen entre sí configurando una sucesión ordenada en las que cada actividad se relaciona con una ovarias actividades anteriores y otras posteriores. En su conjunto permiten diferentes modos de aproximación a los contenidos propuestos, a la vez que favorecen que los alumnos complejicen, profundicen y enriquezcan sus conocimientos.
Se conforma de este modo un itinerario que el docente organiza anticipando la totalidad de las actividades. Por supuesto que esta anticipación no impide operar los ajustes necesarios, incorporando modificaciones a las propuestas o nuevas situaciones en función de la evaluación que el docente va realizando acerca de los aprendizajes de los alumnos. De manera de ir estructurando y reestructurando lo propuesto como respuesta a las acciones realizadas por los niños, a través de ciertas modificaciones en las consignas, en la organización grupal, en la selección de los materiales, o en la distribución del espacio.
Al diseñar estas secuencias, el docente tiene algunos supuestos acerca de los conocimientos que los alumnos ya poseen, a partir de observarlos, escucharlos y de conocer algunas características de la edad con la que trabaja. “Los conocimientos de los chicos intervienen a lo largo de todo el itinerario de actividades: cuando exploran un material, cuando realizan una observación, cuando recogen nuevas informaciones, cuando intercambian opiniones con sus compañeros. Por lo tanto, al planificar las actividades el docente tiene en cuenta cuáles son los conocimientos e ideas que los alumnos han ido construyendo y, a lo largo de todo el trabajo pondrá especial atención para detectarlos y ver cómo se van reformulando.
Es decisión del docente trabajar en forma simultánea o sucesiva una unidad didáctica o un proyecto y secuencias didácticas que aborden contenidos de las áreas que no fueron incluidas en éstos. Por ejemplo propuestas de juegos, de educación visual, que se realizan al mismo tiempo y que pueden ser planificados mediante el cronograma semanal o en apartados que den cuenta de la real construcción de la planificación como herramienta del trabajo docente.

Un ejemplo de Secuencia Didáctica:
https://www.youtube.com/watch?v=eKSt42Qc8zs#t=22

ACTIVIDADES Y MODOS DE ENSEÑAR
Al planificar es frecuente que se piense primero en las actividades que se van a realizar y luego se busque, en el diseño curricular, los posibles contenidos a abordar. Por cada actividad, este procedimiento inverso lleva a que se seleccione una cantidad considerable de contenidos, lo cual coloca la actividad misma en un lugar central y desvía el proceso de enseñanza de su objeto.
En consecuencia, es relevante destacar que no es en la propia actividad donde se ubica el contenido, sino en la pregunta que formula el docente y que guía a los alumnos como problema por resolver: lo que legitima y da sustento a la definición de actividades es aquello que se tiene como intención enseñar.
Para que las actividades resulten estimulantes para los niños, al mismo tiempo que promuevan la construcción de nuevos conocimientos, necesitarán asentarse en una situación problemática que implique un desafío posible de resolver solos o en interrelación con otros. Por otra parte, se necesitan varias actividades con una misma pregunta o problema como eje, para que se pueda producir la apropiación del contenido que se pretende enseñar y para promover su complejización. Como contrapartida, es prudente destacar que la mera sucesión de actividades no garantiza aprendizajes (y puede reducirse a mero activismo). La garantía de los aprendizajes echa raíces en la profundidad con que se aborda cada tramo de la secuencia, la claridad y la pertinencia de las consignas, la asunción cooperativa de un problema por resolver, entre otros aspectos, acompañados de la observación del proceso que van teniendo los alumnos, en la consideración de las particularidades individuales y grupales.
Las actividades deben provocar problematizaciones con grados de complejidad crecientes, que permitan adquirir nuevos conocimientos. También se debe considerar la reiteración de las propuestas, a veces de manera similar y otras cambiando los materiales, o las consignas o la manera de organizar el grupo. Esta reiteración posibilita profundizar los conocimientos, descubrir nuevas posibilidades que ofrecen los materiales, afianzar los procedimientos construidos, mejorar el uso de las herramientas, etc.
La modalidad que asume la situación problemática depende, en gran medida, de los contenidos que se abordan, de la edad de los alumnos, de los conocimientos que poseen los niños, etc. En algunos casos, se plantea a través de una o varias preguntas (¿por qué el jardín tiene este nombre?; ¿cómo podríamos hacer para construir una casa con estos bloques?). En otros, la propia situación que el maestro diseña involucra un problema (recorrer un espacio siguiendo las indicaciones de un compañero, etc.).
En otros, es el material que el docente pone a disposición de los alumnos el que propone el desafío.
Los problemas con los que se enfrenten los alumnos deben ser verdaderos, es decir, representar cuestiones que requieren soluciones necesarias para alcanzar alguna finalidad. Los niños tienen que comprender su sentido, por lo que no deberían implicar situaciones artificiales o engañosas. Por ejemplo: escribir una carta porque es necesario comunicar algo a determinada persona, y no por el mero hecho de conocer un tipo de texto. Además los problemas tienen que ser interesantes para los chicos, demandarles esfuerzo, pero también placer de enfrentarse a lo nuevo, de desarrollar la creatividad, de construir nuevos aprendizajes.
De ser posible, las actividades deben ser abiertas, es decir, que en su resolución admitan diversos y diferentes niveles de respuesta por parte de los alumnos. La forma de resolver la situación es un producto genuino de las posibilidades reales del grupo de niños y no un camino único trazado paso a paso por el docente.
Aunque las actividades parten de consignas precisas acerca de la tarea propuesta, la forma en que se realiza no está predeterminada. Cada niño o grupo de niños tiene y ejerce la libertad de encontrar sus propios caminos y sus propias respuestas. Esto supone reconocer que los procesos y las acciones desarrolladas por cada niño o cada grupo de niños son diversos. Sin embargo, es preciso aclarar que no todas las actividades que se plantean en la Educación Inicial pueden asumir constantemente esta característicdurante el desarrollo se plantean actividades más cerradas (por ejemplo, comenzar explorando los materiales). En otros casos, una secuencia se inicia con una actividad cerrada y es seguida de otras más abiertas (por ejemplo, cuando se enseña una técnica plástica que luego propiciará propuestas abiertas que den lugar a múltiples combinaciones entre ellas).
La mayoría de las actividades se organizan en pequeños grupos, por el convencimiento docente acerca del valor de los otros en la construcción del conocimiento. Resolver entre dos, tres o cuatro compañeros una situación planteada, permite confrontar ideas, explicitar a los otros lo que se piensa, incorporar lo nuevo que aportan los demás, planificar conjuntamente las estrategias, la realización y la revisión de lo producido. Esta interacción enriquece a todos los integrantes del grupo cualesquiera sean los conocimientos con los cuales cada uno encara la situación.
Lo producido por cada uno de los grupos se comparte, es decir que al finalizar la actividad el maestro promueve el intercambio inter-grupos de manera de que todos conozcan lo elaborado y se socialicen los nuevos conocimientos jerarquizando las soluciones más avanzadas o más adecuadas al problema.
De este modo, cada alumno comenzará a comunicar sus ideas, a confrontarlas con las de los otros y a coordinar su punto de vista con el de sus compañeros. Es preferible desarrollar esta tarea tanto en instancias grupales como en momentos autónomos de trabajo en subgrupos.
Las actividades deben favorecer la organización, la reflexión y la sistematización de los conocimientos puestos en juego. Se trata de un proceso construido paulatinamente y que cobra peso en las salas de los niños mayores del jardín. Esta característica asume diferentes modalidades: en algunos casos, la reflexión y la sistematización tienen lugar en el transcurso de la actividad (por ejemplo, el docente interviene preguntando: ¿cómo lograste este color?); mientras que en otras oportunidades, se trata de momentos especialmente diseñados para reflexionar sobre los interrogantes propuestos, sistematizar la información relevada, arribar a conclusiones (elaboración de un panel que organice la información recogida luego de una experiencia directa). Algunas veces, esta tarea la realiza todo el grupo en su conjunto, otras veces, se lleva a cabo en pequeños grupos o de forma individual.
Si bien en la mayoría de los casos, las actividades forman parte de una secuencia, cada una de ellas asume un momento de inicio, de desarrollo y otro de cierre. El inicio puede presentar distintas modalidades. En algunos casos consiste en la formulación de una pregunta, en la presentación de ciertos materiales; en otros, en la explicitación de una consigna. El desarrollo de la actividad tiene distintas características según se trate de explorar un material, resolver un juego, etc. La intervención docente
durante el desarrollo de la actividad también asume modalidades diversas: observar el trabajo de los niños, brindar información, proveer materiales, favorecer el intercambio. Por último, la actividad tiene un momento de cierre en el cual todos saben que la tarea llega a su fin. Este espacio varía en función del tipo de actividad desarrollada, de la edad de los alumnos, de las características del grupo, de la actividad que se propondrá a continuación en la secuencia.
Tal como se ha puntualizado, es preciso contextualizar y especificar estas características generales para el conjunto de las actividades de la Educación Inicial, en relación con la edad de los alumnos y con el área de conocimiento del cual se trate.


DIFERENTES MODALIDADES QUE PUEDEN ASUMIR LAS ACTIVIDADES
Las actividades cuando promueven aprendizajes significativos posibilitan además el desarrollo de la espontaneidad, la creatividad y la autonomía. Tal como se señaló anteriormente las actividades pueden organizarse con diferentes dinámicas de trabajo: en grupo total, en pequeños grupos, de manera
individual.
Algunas serán verdaderas situaciones de juego, otras en cambio podrán asumir o no formas lúdicas.
Estas situaciones pueden desarrollarse en forma simultánea o no, dependiendo de la propuesta y los objetivos que se persigan.
A continuación, se describen algunas de las diferentes modalidades que pueden asumir las situaciones de enseñanza. Aunque se mantienen los nombres con los que tradicionalmente se conocen, tanto su forma de organización como sus objetivos se modifican. Cabe aclarar que esta descripción no agota las propuestas que pueden crear los docentes. Así, por ejemplo, se podrán organizar talleres, se trata de una modalidad que puede asumir diferentes características según las decisiones que tomen los docentes en particular y la institución en su conjunto.

Juego Centralizador
Este tipo de actividad puede tener como objetivo promover el desarrollo de contenidos lúdicos (ver el área de juego) o de otras áreas como por ejemplo de matemática y/o prácticas del lenguaje y/o el ambiente natural y social, etc. Se desarrolla con el grupo en su totalidad.
El docente interviene con una propuesta inicial en la que plantea el juego. Una vez que este se inicia, va retomando las iniciativas de los niños (aquellas que expresan verbalmente o que surgen en la propia acción). La intervención docente tiene siempre carácter lúdico y se expresa mediante una sugerencia, una pregunta, una acción que forma parte del juego mismo. Los niños pueden o no asumir diversos roles (depende de la edad de los alumnos), mientras que las distintas acciones que surgen se van complementando a través de la propia dinámica del juego y por la intervención oportuna del docente.
Se requiere aportar elementos que enriquezcan el juego, por lo que tiene que estar planificado por el docente que es el encargado de garantizar los elementos necesarios para que se desarrolle el juego (algunos pueden ser del jardín, otros los aportará el docente y también podrán contribuir los niños siempre que sean cosas accesibles para ellos y sus familias).
El juego centralizador es para el docente un momento fundamental para conocer las posibilidades de juego de los niños y los conocimientos que tienen sobre un determinado contenido o contexto. En este sentido, la observación del juego permite planificar nuevos juegos teniendo en cuenta los intereses, los nuevos conocimientos o las experiencias directas que se pueden programar para más adelante. Es un analizador fundamental para elaborar propuestas que permitan articular las necesidades de los niños y aquello que se quiere enseñar.

Juego Trabajo
Llamamos Juego Trabajo a la actividad en la que se recrea un aspecto de la realidad; por ejemplo: la verdulería, un viaje en lancha colectiva, la sala de primeros auxilios, el mercado, el puerto, etc.; o una temática fantástica; por ejemplo: los monstruos, el viaje a la luna, la fiesta de disfraces, etc.
Esta recreación (de la realidad o de la fantasía) se realiza a través de distintos tipos de situaciones en las que los niños pueden optar por diversos materiales y propuestas, conformando subgrupos para organizar el espacio y elaborar materiales de juego.
Hay distintas posibilidades de organizar y desarrollar el juego trabajo y se sugiere utilizarlas todas, variando su planificación de modo tal que los niños tengan mayores posibilidades de exploración de juegos.
Los niños preparan, confeccionan y construyen materiales y objetos de juego que luego los combinan para enriquecer el juego dramático.
Este momento requiere de mucha participación ya que se espera que los niños hagan sugerencias y recreen los materiales en un verdadero ambiente lúdico y creativo en el que producen distintos objetos interesantes para jugar. En este sentido, se recrea el recorte del ambiente o fantástico que se está trabajando y cuando el clima es lúdico y creativo surgen propuestas originales e interesantes.
Cabe aclarar entonces que no se trata de una actividad dirigida en la que el docente ofrece gorros y los niños tienen que pintarlos, sino que los niños eligen qué quieren hacer y cómo para jugar a…. El docente escucha y orienta, sugiere y acompaña el proceso de construcción de los objetos lúdicos y pone a disposición los materiales que los niños requieren, sin coartar posibilidades. Muchas veces el juego dramático ya comienza en el momento que se elaboran los materiales ya que cuando los niños se van probando las máscaras, los disfraces o los objetos que están elaborando comienzan a desplegar los personajes que les sugieren dichos materiales.
Cada una de las opciones del juego trabajo tiene momentos que deben ser debidamente planificados por el docente; pero se sugiere que no se establezcan pasos o momentos de juego demasiado rígidos, sino que estos surjan del desarrollo de la actividad misma.
El juego trabajo es mucho más rico cuando es posterior a una salida o paseo como puede ser: conocer la estación de tren, la panadería, una fábrica, un museo, el cine, el diario, el supermercado, el hospital etc., pero también puede realizarse sin una visita o paseo previo, ya que se pueden utilizarse otro tipo de disparadores como cuentos, videos, relatos, etc. También es muy interesante incluir el juego durante el desarrollo de una Unidad didáctica o proyecto para observar cómo evolucionaron los conocimientos de los niños sobre el recorte seleccionado.

Juego en sectores
Se organiza a partir de los materiales que se ofrecen en los distintos lugares y espacios de la sala. Es una actividad que permite la libre elección por parte de los niños y la exploración de distintos tipos de materiales y propuestas, dando lugar a la conformación de distintos subgrupos. Esta modalidad es muy apropiada para niñas/os entre los 2 y los 5 años aproximadamente.
Los sectores se enriquecen o modifican en función de las unidades didácticas o proyectos que se están desarrollando en la sala y en función de los contenidos que se quieren trabajar. No tienen por qué estar siempre todos habilitados al mismo tiempo ya que el docente seleccionará aquellos que le resulte pertinente disponer en función del proceso de trabajo con el grupo.
Dado que uno de sus objetivos es favorecer la libre elección por parte de los niños, es importante respetar dicha elección, considerando algunas pautas mínimas que faciliten que no todo el grupo vaya al mismo sector. Si esto ocurre, el docente puede planificar un juego centralizador con esa propuesta y esos materiales, tan elegidos por el grupo, ya que la elección de todos por un solo sector está manifestando el interés de los chicos por ese juego y esos materiales o el encasillamiento o la rutinización del juego. En este caso el docente, ofrecerá otra propuesta que genere nuevas experiencias de juego.
Los sectores en que se puede organizar la sala son múltiples, variados y flexibles y dependen de la creatividad del docente, las propuestas de los niños y las posibilidades de cada jardín. A modo de ejemplo presentamos algunos de ellos, que se presentan en forma organizada para su comprensión; pero que no tienen el objetivo de promover una presentación rígida y estructurada del espacio de la sala sino una propuesta variada y atractiva para los niños.

Sector de juego de construcciones: se ofrecen cajas de cartón grandes y chicas, rollos de cartón corrugado, carreteles, tubos de cartón, bloques de distinto tipo (maderas, telgopor, goma) y juguetes como muñecos (de personas o animales), autos, barcos, aviones, camiones, señales de tránsitos, vías de ferrocarril, etc. para que los chicos armen distintas construcciones. Muchas veces este juego se convierte en un juego dramático ya que los chicos asumen diversos roles en el que combinan la construcción con el juego simbólico. Los materiales que el docente incorpore serán los que posibilitarán o no la apertura del juego de construcción al juego dramático.

Sector de juego dramático: tradicionalmente entendido como ‘la casita’, proponemos llamarlo ‘juego dramático o juegos de representación’ ya que es un sector en el que es necesario ofrecer materiales diversos y presentarlo desestructuradamente para que puedan surgir nuevas y variadas temáticas.
- Es muy importante cambiar el juego que se presenta siempre en un escenario que incluye una mesa, sillas y una cocina, en el que se reproduce la cotidianeidad familiar, no porque esta sea una escena que no les interesa a los niños; sino porque el abuso y la rutinización de esta escena y de lo que se ofrece en este sector en el jardín, no da lugar a otras posibilidades de juego dramático, como puede ser: el almacén de ramos generales, el kiosco de diarios, la sala de primeros auxilios, la lancha almacén, etc.
-En este sentido, es importante presentar este sector de modos diversos: a partir de escenarios novedosos y organizando los materiales en cajones, cajas o bolsas en las que los niños encuentren objetos variados para dramatizar (por ejemplo telas, cintas, elásticos y sombreros) y exploren roles femeninos y masculinos diversos, ligados con su experiencia del mundo actual y otros que sirvan para armar los escenarios de juego (cubos de madera, tablas livianas, telas y sábanas, etcétera).
-Así como se expresó en el apartado anterior, otros juegos no vistos comúnmente como juego de dramatización pueden surgir en el accionar áulico y es muy importante que el docente lo habilite. Por ejemplo, puede incluirse como juego dramático el que realizan los niños con las maquetas... Es importante habilitar la posibilidad de realizar juegos sobre estas producciones tendiendo a dinamizar las mismas, el niño seguramente manifestará, en su dramatización, dudas y nuevos conocimientos adquiridos.

Sector de juegos de mesa. En este sector se ofrecen rompecabezas, loterías, encajes, juegos de ingenio, juegos de tablero o de piso con reglas previas, en los que los chicos pueden jugar solos, por parejas o en subgrupos y en los que es muy importante tener en cuenta la variación de los materiales y la graduación y secuenciación de los juegos que se ofrecen. Los juegos están vinculados con la posibilidad de resolver problemas referidos al espacio, tiempo, número, y conocimiento del mundo en general. También se incluyen materiales de construcción de pequeñas dimensiones que permiten la recreación de escenas y espacios y la expresión del juego dramático.

Sector de biblioteca: Se ofrecen libros de diferente tipo: de cuentos, de poesías, enciclopedias, diccionarios, etc.; revistas; diarios; imágenes; etc., que los niños eligen, exploran y leen libremente.
- En el caso que en el Jardín haya biblioteca, algunos libros podrían estar en este sector para facilitar el acceso y la elección de los libros más allá del momento en que el grupo realiza una actividad en la biblioteca general del jardín. Para esto deberá realizarse una selección de libros que están en la sala y que se van renovando cada semana o cada quince días.
-Esto dependerá de la organización de cada institución ya que, dentro o fuera de la sala es importante que el alumno sepa que cuenta con un espacio en el que podrá disponer del material de lectura que desee o necesite.

Sector de plástica: En este espacio los niños tienen a disposición los materiales y herramientas que ya han aprendido a usar en la actividad de plástica y que les permitirá realizar nuevas exploraciones sobre dichos materiales. Con tizas, crayones, pinceles, masa, arcilla y papel mache, entre otros, los niños producirán nuevas expresiones ligadas al dibujo, la pintura y el modelado.

Sector de carpintería (adecuado para los niños de 4 y 5 años). Se ofrecen recortes de madera de diferente forma y tamaño, corchos, tapas de gaseosas, latas, cajas de cartón, etc. Además se incorporan diferentes pegamentos (cola de carpintero, cintas de enmascarar, etc). A los niños más grandes se les puede ofrecer martillos, barrenos, sierritas, clavos, tornillos. Es importante que el docente enseñe a usar cada una de esas herramientas. Los niños podrán proyectar qué objetos construir explorando las relaciones entre las formas, los tamaños y las medidas, adquiriendo distintas habilidades en el manejo de materiales y herramientas.

Sector de ciencias. En este espacio se podrá contar con diferentes materiales, por ejemplo imanes y elementos metálicos y no metálicos, semillas de diferente tipo, así como con plantas, partes de animales etc.. Además se pueden presentar variados instrumentos como lupas, goteros, tamices, etc. para que los niños observen, exploren, clasifiquen y prueben profundizando su indagación del ambiente.
Es necesario aclarar que estos cuatro últimos sectores no son de juego propiamente dicho, sino que promueven otro tipo de experiencias que, al igual que el juego, se relacionan con la imaginación, la
creatividad y el placer.

D.C. -INTERVENCIÓN DOCENTE
Esta caracterización de la enseñanza demanda muchas veces romper con las tradiciones propias del nivel: la necesidad del control constante del accionar del grupo; la importancia de evitar errores que se supone que se fijan como aprendizaje; la concepción del maestro como único depositario del saber en el aula, y su versión inversa: los niños como constructores de conocimientos en un contexto ausente de propuestas. También es necesario superar el activismo, tan común en nuestra historia, el hacer por el hacer que conduce al desarrollo de actividades rutinarias, o que se convierten en meros rituales de dudoso aprovechamiento.
Sostener la actividad del alumno no supone pasividad por parte del docente. Este conduce el proceso de aprendizaje de sus alumnos. Esta conducción se ejerce en tres tiempos: al planificar la tarea, desarrollarla y evaluarla.
Planificar la tarea supone realizar una anticipación de lo que se quiere enseñar y de cómo se lo va a enseñar. Esto requiere conocer el grupo, a sus familias, a la comunidad, si los niños tienen experiencia escolar anterior será preciso recabar información acerca de esta trayectoria. Sin embargo, este proceso de conocimiento no acaba en el momento de integración del grupo al jardín sino que está presente durante todo el año escolar y demandará constantes ajustes de cada anticipación en la planificación periódica a partir de la confrontación con la actividad que realizan los niños. Anticipar permite ser flexibles en las propuestas a partir de las respuestas del grupo, para incorporar en ellas lo que se evalúa como pertinente de lo que los niños dicen y hacen. Esta anticipación permite seleccionar los recorridos didácticos, establecer los contenidos más adecuados para trabajar con los niños, organizar las actividades que se proponen.
El docente interviene planificando previamente las diferentes situaciones de aprendizaje de acuerdo con los contenidos seleccionados, previendo los materiales para los niños, estableciendo las formas de organización de la tarea, las consignas adecuadas y priorizando aquellos aspectos que le parecen más relevantes de la actividad.
En el período de puesta en marcha de su planificación, el docente interviene al presentar sus propuestas, a través del contexto que ofrece: situaciones, materiales, consignas. Luego debe ceder el protagonismo a sus alumnos y dedicarse a la observación de la actividad de los chicos. Debe tomarse el tiempo suficiente para observar, aunque durante ese período algunos lo apremiarán con sus preguntas o pedidos, así como en otros casos considerará necesario movilizar un juego, pedir alguna explicación, incorporar una variante que los chicos no previeron, dar una información que es pertinente al problema que enfrentan; pero en cada una de estas situaciones se guiará por su observación previa, que le debe marcar la conveniencia o no de participar. Finalizada la actividad, el maestro vuelve a retomar su protagonismo, en determinados casos para permitir que todo el grupo comparta lo producido por algunos chicos individualmente o en grupo, de manera de socializar el nuevo conocimiento y reflexionar sobre él; en otros casos, para plantear nuevos interrogantes que permitan profundizar lo producido hasta el momento, y en ciertas ocasiones, simplemente para recapitular lo realizado e impartir una nueva consigna.

D.C. LA EVALUACIÓN
La evaluación ha atravesado diversas instancias en la historia del Nivel Inicial. Si bien los procesos evaluativos siempre existieron, tendieron a focalizarse por lo general en los resultados de los aprendizajes obtenidos por los alumnos, capaces de ser observados en términos de conductas. La visión homogeneizante (‘todos aprenden igual, al mismo tiempo, llevando a cabo los mismos procesos cognitivos, de acuerdo con la edad cronológica y con lo esperable para dicha edad’) ha impregnado los criterios para elaborar estrategias y herramientas y determinar si los alumnos habían aprendido lo enseñado.
Largas listas de objetivos por áreas presentadas en cuadros de doble entrada (con cuadrículas que especificaban ‘logrado’, ‘medianamente logrado’ o ‘no logrado’) fueron, en una época, privilegiados instrumentos de evaluación que eran completados por las docentes, generalmente en tres períodos del año. Posteriormente, comenzaron a utilizarse como herramientas los registros narrativos, los que adoptaban un estilo más coloquial y menos rígido, con alguna variedad entre las instituciones. Si bien no se presentaban como una tabulación rígida al igual que las anteriores, se ponderaban los aprendizajes desde un ‘le gusta’, ‘no le gusta’, ‘prefiere’ o ‘no prefiere’, ‘puede’ o ‘no puede’, sin establecer un análisis en relación con el proceso de aprendizaje. Estas modalidades, con aquellos agregados o modificaciones que se pueden haber realizado en el tiempo, promovieron un estilo de evaluación centrada sólo en los alumnos cuyo carácter terminal desestimaba los procesos individuales o grupales de los mismos. La evaluación de los procesos de enseñanza y de la intervención docente no era considerada. Hoy coexisten múltiples modalidades de evaluación, no siempre articuladas ni adecuadas a cada finalidad.
Evaluar, desde su raíz etimológica, implica siempre una instancia de valoración que tiene por finalidad la toma de decisiones. Siempre se evalúa para tomar una decisión, característica desdibujada por años en el Nivel al poner el acento en la evaluación del alumno, que no consideraba las implicancias de quien evalúa. Así, la evaluación puede ser pensada para evaluar los aprendizajes de los niños, como también las propuestas del docente a fin de tomar decisiones que mejoren la enseñanza. La concepción habitual acerca de la evaluación consideraba el punto de inicio y el de llegada, sin analizar los cambios que se produjeron o no durante el proceso. Los procesos de construcción de conocimientos
son siempre provisorios y los mismos, más que ser un punto de llegada, son un nuevo punto de partida.
La evaluación tiene como propósitos mejorar y/o cambiar los procesos de enseñanza y de aprendizaje, siendo una acción sistemática, continua y contextualizada, que respeta a un niño real, sujeto de aprendizaje y de derecho, con una historia personal y social, con una identidad que si bien le es propia fue socialmente construida. Si bien es necesario que esté al servicio del control, se entiende que se habla de un control positivo, control como forma de seguimiento y no como forma de presión y/o coacción.
En este encuadre la evaluación siempre es comunicación de algo a alguien y en este sentido es información. La evaluación entendida como comunicación, como una acción participativa y democrática, apunta a evaluar tanto los puntos de partida, como los procesos y los resultados. En dicha acción importa entonces, tanto la faz diagnóstica (los puntos de partida), como la formativa (los procesos) y la sumativa (los resultados), ya que todas estas fases contribuyen a generar una constante retroalimentación tanto en la tarea de enseñar como en el acto de aprender. Estos momentos son parte de un proceso que se lleva a cabo de manera procesual y espiralada, antes, durante y después de cada período de enseñanza y de aprendizaje y tiene como objetivo informarnos, con el fin de interpretar mejor el trabajo docente, retroalimentarlo, así como comprender el realizado por el alumno y encauzarlo.
El proceso de evaluación está al servicio de la posibilidad de apreciar conocimientos adquiridos, valorar habilidades y actitudes construidas, de conocer lo que el alumno sabe, de comprender lo que aún no sabe y tiene que aprender, como también comprender porqué no aprendió lo que aún no sabe. La evaluación cobra significado en la medida que se evalúa el curriculum real, el curriculum realmente enseñado. En su puesta en marcha importa tanto la dimensión técnica, como la política, la social y la ética. Exige una actitud de justicia y honestidad tanto en el evaluador como en el evaluado. Todos los sujetos implicados en la evaluación tienen que tener claro para qué se evalúa, qué se evalúa, cuándo y cómo se evalúa.
Los procesos de evaluación no pueden separarse del proceso de enseñanza, porque son parte del mismo dado que, obtener información sobre los avances de los niños y valorar los progresos que van realizando, implica también centrar la mirada en la tarea pedagógica: en el qué, cómo y cuándo se enseñó; en la previsión y la planificación; en las estrategias didácticas utilizadas y diseñadas (si fueron adecuadas o no para promover los aprendizajes esperados), en definitiva si la tarea de enseñanza desplegada se corresponde con los propósitos de enseñanza planteados.
En este sentido, las instancias de evaluación no se instalan como planteo artificial de una situación por resolver; sino que se encuadran en la experiencia cotidiana de enseñar y aprender. No se reducen a tests o situaciones elaboradas estrictamente, sino que aluden a procedimientos permanentes en los que el docente, en el ejercicio de su intervención pedagógica, agudiza la mirada y ejerce la observación como acto intencionado. Por otra parte, se hace necesario plantear y plantearse una mirada
no estereotipada de los alumnos, poder ser capaz de escuchar, de reconocer las individualidades, de
comprender la complejidad que presenta la realidad, para posibilitar instancias en las que todos puedan aprender, recordando siempre que la idea que uno se hace acerca del otro afecta su posibilidad de progreso.
Respecto del seguimiento de los aprendizajes, la mayoría de los datos para realizar la evaluación se pueden obtener mediante registros de observación directa, episódica y sistemática, la que es necesario registrar por escrito.
• La observación episódica remite al registro de los acontecimientos que el maestro considere significativos en el encuentro con el grupo, donde identifique manifestaciones cualitativas de los alumnos/as en particular y/ o del grupo en general.
• La observación sistemática consiste en establecer a priori y durante un período determinado el aspecto del aprendizaje por observar. Para ello es necesario formularse preguntas previas respecto a aquello que pretende observarse.

En esta propuesta la evaluación también necesita ser evaluada, de allí que cobra significado la evaluación de la evaluación, es decir, la “metaevaluación”. La evaluación es entendida como una tarea de construcción colectiva y requiere ser planificada, pensada, programada, reflexionada, por todos los
que son parte del proceso: directivos, maestros, padres, niños.
En suma, todas las acciones que se impliquen en el proceso de evaluación desde una perspectiva crítica lejos de ser entendidas como una mera acción técnica, controladora o como una tarea más entre
tantas otras que realizamos los docentes, es entendida como una acción democrática, participativa, enriquecedora y transformadora al servicio de los cambios reales en la tarea de enseñar en el Nivel
Inicial.

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